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Unesco: Chile es el país de la región donde menos se lee voluntariamente
Estudio dice que aunque es el segundo país donde más se lee (51%), sólo el 7% lo hace por gusto.
por C. Pérez / F. Rodríguez
Diversos estudios han mostrado que los chilenos no son buenos lectores. Sin embargo, una investigación realizada por Cerlac-Unesco para medir los hábitos de lectura en seis países de Latinoamérica, muestra que tras los argentinos (70%), los chilenos son los que más libros leen en la región: un 51% dice hacerlo y un promedio de 5,4 libros al año.Y aunque las cifras son positivas hay un gran pero: a diferencia de los argentinos no leemos por gusto, sino por obligación, principalmente, por razones académicas y laborales. Así lo revela el informe que muestra cómo mientras en Argentina y Brasil un 70% y 47% de las personas lee como una forma de recrearse, en Chile esa cifra apenas llega al 7%.
No en casa
Por eso no extraña que los datos ubiquen a nuestro país como el lugar donde menos se lee en casa y más en las salas de clases y trabajos. Sólo un 56% de los chilenos dice leer en su hogar, contra el 93% de los brasileños y el 80% de los peruanos. Al contrario, un 55% de los chilenos lee en clases, contra 47% de mexicanos y el 33% de los brasileños. De hecho, el estudio de la U. de Chile y el Consejo de Cultura que usó la Unesco para este informe, dice que el 35% de los lectores chilenos lee por razones académicas, un 26% para informarse y un 12% para perfeccionarse laboralmente. En último lugar está el mero gusto: 7%.
Imposición
Fernando Zapata López, director del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlac), explica a La Tercera que nuestro país se enmarca dentro del comportamiento lector que caracteriza a la mayoría de América Latina, donde la lectura es una actividad académica y laboral. "Eso no ocurre en países desarrollados, por eso en la región la disminución de lectores es cada vez mayor, debido a que hay cada vez menor formación lectora desde el hogar".
Para Claudio Aravena, gerente de proyectos sociales de la Fundación La Fuente (que desde 2006 realiza junto a Adimark la encuesta Chile y los libros), los índices de lectura de los países van asociados a tres factores: el hábito de lectura, los niveles educativos y el crecimiento económico. "Justamente en estos dos últimos ítems, Chile presenta mejores condiciones que el resto de la región, lo que sustenta el lugar de lectoría en que aparece en este informe". El problema, dice, es que queda en evidencia que leemos por imposición y no por gusto, lo que revela la carencia de hábito lector. "Acá la lectura está asociada a la obligatoriedad y utilidad. La gente lo hace por obligaciones del colegio o el trabajo, no porque quiere".
¿Falta de tiempo?
Al consultar cuáles son los principales motivos por los cuáles no leen, un 28% de los chilenos dice que es por falta de tiempo. Una cifra baja, al compararla con el 53% de los brasileños o el 43% de los colombianos que entrega ese argumento. "En gran medida, la mayoría se queja de que no tiene tiempo para leer. Incluso muchos buenos lectores en la universidad o la academia dejan de serlo cuando salen a una vida activa, dicen que no tienen tiempo", asegura Zapata.
En cuanto a la manera de acceder a los libros, Chile aparece como uno de los países donde menos se compran libros, con un 35%. Muy lejos del 57% de España o el 56% de Argentina, aunque sobre el 32% de Colombia y el 23% de Perú.
Donde sí Chile lleva la delantera es en la lectura de libros por internet (12%), donde supera a España (7%) y a Brasil (4%), lo que podría explicarse también en la lectura escolar, universitaria y de trabajo.
Por qué los chilenos leen poco
Publicado el Martes 21 septiembre 2004 por la bibliotecaria al día
En Chile, el diagnóstico de la lectura no es auspicioso: faltan bibliotecas, las librerías ofrecen menos libros que en el resto del mundo y los chilenos no entienden lo que leen. Para revertir la situación, se creó la campaña Chile quiere leer, que busca que el sector privado aumente las donaciones a las bibliotecas públicas. Tres mujeres, que han trabajado toda su vida ligadas a la literatura y a editoriales, explican las fallas chilenas que han llevado a la crisis y entregan claves para incentivar el gusto por la lectura entre las nuevas generaciones.
Ana María Egert R.
En los años ’70, Chile era el segundo país más lector de América Latina, pero lo que sucedió en las décadas siguientes es un capítulo para olvidar. El Centro de Estudios Públicos constató, hace un tiempo, que el 80 por ciento de los chilenos no tiene el nivel de lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy y tres de cada cinco comprende con dificultad la fórmula para preparar una mamadera.
En cantidad de libros disponibles para la lectura, la situación tampoco es auspiciosa. Las bibliotecas públicas tienen un presupuesto anual que alcanza para comprar apenas 35 textos, y eso que cada año sólo en Chile se publican más de 3.400 nuevos títulos, y en el mundo, unos 20 millones.
“Recién a partir del ’99 hemos empezado a repuntar. Lo más positivo es que hay un crecimiento grande en cuanto a la demanda de préstamos en las bibliotecas. Por eso, la necesidad de que éstas aumenten y estén bien surtidas, lo que se puede lograr en parte estimulando las donaciones privadas”, afirma NIVIA PALMA, de la Cámara Chilena del Libro.
Aunque toda lectura ayuda, lo ideal, dice, es que la gente no sólo lea novelitas rosa o best seller. “Debe leer otros libros de ficción, además de ensayos, textos de divulgación científica, diarios y revistas”.
En este marco, se está realizando la campaña Chile quiere leer, que aunque inicialmente iba a terminar en julio justo para el mes aniversario número cien del natalicio de uno de nuestros Premios Nobel de Literatura, sus organizadores, la Fundación Pablo Neruda, el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, El Mercurio, el Banco BCI y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) decidieron prolongar hasta diciembre. Es que seis meses eran muy pocos para poder cumplir los objetivos: la donación de libros a las 411 bibliotecas públicas que se extienden a lo largo del país, y, de paso, estimular nuestro alicaído hábito de lectura.
¿Por qué leemos poco y entendemos menos? ¿Es posible incentivar el gusto por la lectura? ¿Cómo hacerlo? NIVIA PALMA, junto con Marisol Vera y Silvia Aguilera, tres mujeres relacionadas con los libros, por placer y por trabajo, entregan su versión.
NIVIA PALMA gerenta de la Cámara Chilena del Libro
“La lectura entrega un vocabulario, un conocimiento del idioma que permite comunicarse con los otros, expresar bien las ideas, todo lo cual contribuye a construir una sociedad más integrada. Además obliga a crear escenarios propios, activando como ningún otro medio la imaginación. Borges decía que sólo leyendo el ser humano podría vivir muchas más vidas que la propia. Efectivamente, cuando uno lee, ficción o no ficción, recorre otros mundos, se hace más sabio y competente”.
Abogada, separada, dos hijas, profesora universitaria, ex directora del Fondart y ex secretaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Nivia sabe lo que dice: “Yo no sería quién soy si no fuera por la lectura. Vengo de una familia de orígenes humildes de Los Ángeles. Mis padres trabajaron desde pequeños y con grandes limitaciones económicas. Sin embargo, sus nueve hijos somos profesionales y eso, en gran medida, se debió a que en mi casa podían faltar muchas cosas, menos los libros. Ellos eran parte de nuestras conversaciones. Mis papás decían: la educación será lo que les dejemos de herencia, porque no tenemos nada más. Además, cada noche nos contaban historias, lo que hizo que el relato oral estuviera siempre presente”.
En la universidad sólo tuvo tiempo para memorizar códigos. “Luego retomé la literatura y no la solté. Y esa experiencia la he transmitido a mis hijas. Hay pocas cosas en las que yo me declaro consumista. En el caso de los libros, lo soy. Compro más de lo que puedo leer porque me gusta tenerlos, es un tema de sensualidad incluso con el papel y el olor de la tinta. Creo que es lo mismo que sienten otras mujeres con los chocolates, los perfumes o las joyas”.
Evaluando la campaña, considera que lo más importante es que ha puesto el libro en el tapete nacional y que logró asociar a entidades públicas y privadas en pos del mismo objetivo. “Sin embargo, no ha conseguido todo el éxito económico que se esperaba, lo que es razonable: ha tenido poco tiempo para sensibilizar a la población. Para transformar esta campaña en una especie de Teletón, tendría que durar mucho más”. Advierte que existen cerca de 48 comunas que no cuentan con biblioteca pública, y en muchas hace falta más de una. “Y como menos del 6 por ciento de los chilenos tiene más de cien libros en su casa, las bibliotecas son esenciales para ponerlos en contacto con los libros. Así lo han entendido en muchos países que han diseñado una política al respecto”.
Analizando por sectores socioeconómicos, dice que se lee más en el medio alto y medio y, por género, en el femenino. “Este predominio de las mujeres, que se da en todo el mundo, no sé si se debe a razones biológicas o culturales. Lo claro es que nos damos más espacio para imaginar y soñar, lo que nos hace más predispuestas a la lectura, a escuchar y a construir relatos. Nos viene de nuestra madre, cuando nos acompañaba a dormir leyéndonos o contándonos un cuento y de ahí que lo asociemos con lo afectivo”.
Pero si los padres son fundamentales en la formación del hábito, también lo es el colegio. “Hoy los profesores están estimulando bien a los alumnos, no como en décadas anteriores, en que las corrientes estructuralistas descuartizaron los libros. Cuando el alumno rendía una prueba, le preguntaban datos como título, autor, desarrollo y desenlace, lo que le quitaba toda la emoción al libro”.
MARISOL VERA fundadora de la editorial Cuarto Propio
“Me marcaron los libros de Dostoievski y de Tolstoi, que leí a los 16 años, y luego uno de Virginia Woolf que determinó que años más tarde le pusiera Cuarto Propio a mi editorial. En esa novela, ella reflexiona sobre cómo condiciona la creación el disponer del propio espacio, en oposición a la pieza de costura, donde normalmente estaba la mujer y a la que entraba y salía todo el mundo”.
Una experiencia que Marisol, dos matrimonios y cuatro hijos, conoció en su niñez y adolescencia. “Como éramos 12 hermanos, cada pieza tenía al menos tres habitantes. Debí aprender a estar conmigo en medio de más gente; tenía mi rincón, me construí una repisa de libros arriba de mi cama. Mi cuarto propio fue un espacio interno”.
Sus primeros años como profesional los dedicó a la economía laboral, pero derivó al ámbito de los libros, su otra pasión. “Me crié en una casa en la que los fines de semana eran una fiesta. Mi papá llegaba con un libro nuevo que todos nos peleábamos. Recuerdo Mujercitas, El Conde de Montecristo, El tesoro de la juventud, las novelas de Salgari y de Hemingway. Toda una mezcla”.
Actualmente, tiene en su velador un libro sobre la vida de la mujer en Egipto, “porque me interesa saber cómo fue el rol de la mujer en la antigedad”, y el Quijote, al que siempre vuelve, como si fuera la Biblia. “Lo abro en cualquier página y encuentro lo que necesita mi alma en ese momento”. La literatura ha sido una constante en su vida. “Cuando voy de viaje, puedo llevar dos mudas de ropa, pero diez libros. Sin ellos me siento sola e insegura”.
Con 500 libros editados hasta la fecha, cuenta que la producción de Cuarto Propio estuvo originalmente definida desde y hacia la mujer, “que en ese momento era la voz más potente”. Vivieron dificultades, “uno hablaba de feminismo y las librerías te cerraban las puertas”.
Pero crecieron. Les abrieron espacio a poetas y novelistas nuevos y rescataron autores del pasado. Comenzaron a editar libros para niños. Después del lanzamiento de una colección que se vendió en quioscos a precio reducido y que se agotó rápidamente, Marisol quedó convencida: si los chilenos no leen no es porque no quieran hacerlo, sino porque la buena literatura es inaccesible para ellos… salvo la que se ofrece en la vereda. De ahí que ella estima que, en vez de perseguir a estos vendedores clandestinos, deberían tomarse medidas para abaratar los libros. “Un IVA de 19% sobre un libro es inaudito y refleja una no comprensión de la importancia de la lectura en la conformación de las personas como seres deliberantes, capaces de volar, imaginar, soñar, sistematizar sus ideas y su conocimiento”. Dice que la crisis de la lectura es un síntoma de la falla en uno de los pilares fundamentales de la lectura: las librerías, que en Chile son mal surtidas, pocas, y el 70 por ciento se concentra en Santiago.
El esquema neoliberal, dice, no ha favorecido a la cultura y en el caso de los libros, como su venta depende exclusivamente de la demanda y ésta, a su vez, de las campañas de marketing, muchos no logran llegar jamás a las estanterías y el público nunca se entera de su existencia. “En esto, el Estado tiene un rol fundamental: hacer disponible a la gente literatura y ensayos de buena calidad y empezar a concitar el entusiasmo por ellos. Y eso lo debe hacer a través de las bibliotecas. Por eso encuentro muy buena la campaña Chile quiere leer. Pienso que el sector público y privado tienen que funcionar en conjunto para poder rescatar a este país del espacio de incultura en que ha caído y cuyo nivel de lectura es igual al de Haití”.
Pese a todo, ve un pequeño repunte, que se da principalmente en las mujeres mayores de 40 y en estudiantes de ambos sexos de colegios y universidades. Sobre cómo formar o recuperar el hábito de leer, recomienda darse tiempo en la librería o biblioteca para conectarse con lo que produce placer y no con lo que está de moda. “Si te gusta la historia, busca libros con ese tema, si recuerdas que la poesía alguna vez te conmovió, revisa en ese campo sin prejuicios”.
SILVIA AGUILERA fundadora de la editorial Lom
Siendo la única mujer entre seis hermanos, su curiosidad por la literatura nació gracias al mayor de ellos, que le contaba cuentos de Oscar Wilde, Manuel Rojas y otros autores. Después, Silvia, profesora de historia, tres hijos, se aventuró a recorrer sola las páginas de los libros “y descubrir en ellos una multiplicidad de mundos que puedes conocer aunque no salgas de tu casa”.
Esta misma afición la llevó a crear con su marido la Editorial Lom, en 1990. “Se iniciaba la democracia y nos parecía un momento importante para hacerlo, porque ella tiene que ver mucho con los libros como formadores de espacios plurales, diversos y democráticos”. Hoy Lom tiene un catálogo de 700 títulos, de variadas temáticas.
Silvia disfruta de la lectura en la noche. “Es como viajar. Uno se apasiona, empieza a vivir una vida paralela y necesita encontrar el instante para conectarse de nuevo con esa historia que te provoca suspenso y placer. Hay libros marcadores que te hacen encontrarte con una humanidad distinta, que puede ser tierna o feroz”.
Piensa que el chileno lee poco porque perdió el hábito, “porque si lo tuviera iría a la biblioteca o compraría libros de oferta o usados. Incluso recurriría al vendedor ambulante”. Dice que en las décadas de los \’50 y parte de los ’70, nuestro país era reconocido como uno de los más cultos en América Latina. “Y nuestros libros recorrían el continente. Hoy esto pasó a ser parte de la historia”, opina. Sin embargo, reconoce, “a pesar de que ahora impera la lógica del espectáculo, en las últimas décadas se ha producido un resurgir de los libros”.
La lectura, resalta, “cultiva el alma, implica tiempo, concentración y reflexión, algo que no puede dar un computador, que, más que aumentar el conocimiento, informa. Por eso recomiendo leer, y de todo, novelas, poesías, ensayos, empezando, eso sí, por lo que más gusta para formar el hábito o recuperarlo si se perdió”.
Cree que los resultados de la campaña Chile quiere leer se apreciarán a largo plazo. “Pero necesitamos una política de Estado en relación al libro y alianzas entre los distintos actores sociales en función de fomentar la lectura, de hacer una verdadera sociedad del conocimiento”.
Sobre por qué muchos chilenos no entiende lo que leen, dice que se debe a que hemos perdido la relación con el lenguaje escrito, con la capacidad de decodificar y interpretar lo que estamos leyendo por la falta del hábito. “La lectura en cada uno de nosotros tiene un ritmo, una tonalidad aunque sea silenciosa y eso se ha perdido”. Piensa que no es buena fórmula la de los colegios que hacen leer por obligación a los niños y jamás les preguntan qué les pareció el libro. Para formar futuros lectores, dice que los padres deberían leerles cuentos sus hijos. También poesía, aunque no sea infantil, “porque los niños tienen un nivel de entendimiento distinto al de nosotros”.
Ana María Egert R.
En los años ’70, Chile era el segundo país más lector de América Latina, pero lo que sucedió en las décadas siguientes es un capítulo para olvidar. El Centro de Estudios Públicos constató, hace un tiempo, que el 80 por ciento de los chilenos no tiene el nivel de lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy y tres de cada cinco comprende con dificultad la fórmula para preparar una mamadera.
En cantidad de libros disponibles para la lectura, la situación tampoco es auspiciosa. Las bibliotecas públicas tienen un presupuesto anual que alcanza para comprar apenas 35 textos, y eso que cada año sólo en Chile se publican más de 3.400 nuevos títulos, y en el mundo, unos 20 millones.
“Recién a partir del ’99 hemos empezado a repuntar. Lo más positivo es que hay un crecimiento grande en cuanto a la demanda de préstamos en las bibliotecas. Por eso, la necesidad de que éstas aumenten y estén bien surtidas, lo que se puede lograr en parte estimulando las donaciones privadas”, afirma NIVIA PALMA, de la Cámara Chilena del Libro.
Aunque toda lectura ayuda, lo ideal, dice, es que la gente no sólo lea novelitas rosa o best seller. “Debe leer otros libros de ficción, además de ensayos, textos de divulgación científica, diarios y revistas”.
En este marco, se está realizando la campaña Chile quiere leer, que aunque inicialmente iba a terminar en julio justo para el mes aniversario número cien del natalicio de uno de nuestros Premios Nobel de Literatura, sus organizadores, la Fundación Pablo Neruda, el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, El Mercurio, el Banco BCI y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) decidieron prolongar hasta diciembre. Es que seis meses eran muy pocos para poder cumplir los objetivos: la donación de libros a las 411 bibliotecas públicas que se extienden a lo largo del país, y, de paso, estimular nuestro alicaído hábito de lectura.
¿Por qué leemos poco y entendemos menos? ¿Es posible incentivar el gusto por la lectura? ¿Cómo hacerlo? NIVIA PALMA, junto con Marisol Vera y Silvia Aguilera, tres mujeres relacionadas con los libros, por placer y por trabajo, entregan su versión.
NIVIA PALMA gerenta de la Cámara Chilena del Libro
“La lectura entrega un vocabulario, un conocimiento del idioma que permite comunicarse con los otros, expresar bien las ideas, todo lo cual contribuye a construir una sociedad más integrada. Además obliga a crear escenarios propios, activando como ningún otro medio la imaginación. Borges decía que sólo leyendo el ser humano podría vivir muchas más vidas que la propia. Efectivamente, cuando uno lee, ficción o no ficción, recorre otros mundos, se hace más sabio y competente”.
Abogada, separada, dos hijas, profesora universitaria, ex directora del Fondart y ex secretaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Nivia sabe lo que dice: “Yo no sería quién soy si no fuera por la lectura. Vengo de una familia de orígenes humildes de Los Ángeles. Mis padres trabajaron desde pequeños y con grandes limitaciones económicas. Sin embargo, sus nueve hijos somos profesionales y eso, en gran medida, se debió a que en mi casa podían faltar muchas cosas, menos los libros. Ellos eran parte de nuestras conversaciones. Mis papás decían: la educación será lo que les dejemos de herencia, porque no tenemos nada más. Además, cada noche nos contaban historias, lo que hizo que el relato oral estuviera siempre presente”.
En la universidad sólo tuvo tiempo para memorizar códigos. “Luego retomé la literatura y no la solté. Y esa experiencia la he transmitido a mis hijas. Hay pocas cosas en las que yo me declaro consumista. En el caso de los libros, lo soy. Compro más de lo que puedo leer porque me gusta tenerlos, es un tema de sensualidad incluso con el papel y el olor de la tinta. Creo que es lo mismo que sienten otras mujeres con los chocolates, los perfumes o las joyas”.
Evaluando la campaña, considera que lo más importante es que ha puesto el libro en el tapete nacional y que logró asociar a entidades públicas y privadas en pos del mismo objetivo. “Sin embargo, no ha conseguido todo el éxito económico que se esperaba, lo que es razonable: ha tenido poco tiempo para sensibilizar a la población. Para transformar esta campaña en una especie de Teletón, tendría que durar mucho más”. Advierte que existen cerca de 48 comunas que no cuentan con biblioteca pública, y en muchas hace falta más de una. “Y como menos del 6 por ciento de los chilenos tiene más de cien libros en su casa, las bibliotecas son esenciales para ponerlos en contacto con los libros. Así lo han entendido en muchos países que han diseñado una política al respecto”.
Analizando por sectores socioeconómicos, dice que se lee más en el medio alto y medio y, por género, en el femenino. “Este predominio de las mujeres, que se da en todo el mundo, no sé si se debe a razones biológicas o culturales. Lo claro es que nos damos más espacio para imaginar y soñar, lo que nos hace más predispuestas a la lectura, a escuchar y a construir relatos. Nos viene de nuestra madre, cuando nos acompañaba a dormir leyéndonos o contándonos un cuento y de ahí que lo asociemos con lo afectivo”.
Pero si los padres son fundamentales en la formación del hábito, también lo es el colegio. “Hoy los profesores están estimulando bien a los alumnos, no como en décadas anteriores, en que las corrientes estructuralistas descuartizaron los libros. Cuando el alumno rendía una prueba, le preguntaban datos como título, autor, desarrollo y desenlace, lo que le quitaba toda la emoción al libro”.
MARISOL VERA fundadora de la editorial Cuarto Propio
“Me marcaron los libros de Dostoievski y de Tolstoi, que leí a los 16 años, y luego uno de Virginia Woolf que determinó que años más tarde le pusiera Cuarto Propio a mi editorial. En esa novela, ella reflexiona sobre cómo condiciona la creación el disponer del propio espacio, en oposición a la pieza de costura, donde normalmente estaba la mujer y a la que entraba y salía todo el mundo”.
Una experiencia que Marisol, dos matrimonios y cuatro hijos, conoció en su niñez y adolescencia. “Como éramos 12 hermanos, cada pieza tenía al menos tres habitantes. Debí aprender a estar conmigo en medio de más gente; tenía mi rincón, me construí una repisa de libros arriba de mi cama. Mi cuarto propio fue un espacio interno”.
Sus primeros años como profesional los dedicó a la economía laboral, pero derivó al ámbito de los libros, su otra pasión. “Me crié en una casa en la que los fines de semana eran una fiesta. Mi papá llegaba con un libro nuevo que todos nos peleábamos. Recuerdo Mujercitas, El Conde de Montecristo, El tesoro de la juventud, las novelas de Salgari y de Hemingway. Toda una mezcla”.
Actualmente, tiene en su velador un libro sobre la vida de la mujer en Egipto, “porque me interesa saber cómo fue el rol de la mujer en la antigedad”, y el Quijote, al que siempre vuelve, como si fuera la Biblia. “Lo abro en cualquier página y encuentro lo que necesita mi alma en ese momento”. La literatura ha sido una constante en su vida. “Cuando voy de viaje, puedo llevar dos mudas de ropa, pero diez libros. Sin ellos me siento sola e insegura”.
Con 500 libros editados hasta la fecha, cuenta que la producción de Cuarto Propio estuvo originalmente definida desde y hacia la mujer, “que en ese momento era la voz más potente”. Vivieron dificultades, “uno hablaba de feminismo y las librerías te cerraban las puertas”.
Pero crecieron. Les abrieron espacio a poetas y novelistas nuevos y rescataron autores del pasado. Comenzaron a editar libros para niños. Después del lanzamiento de una colección que se vendió en quioscos a precio reducido y que se agotó rápidamente, Marisol quedó convencida: si los chilenos no leen no es porque no quieran hacerlo, sino porque la buena literatura es inaccesible para ellos… salvo la que se ofrece en la vereda. De ahí que ella estima que, en vez de perseguir a estos vendedores clandestinos, deberían tomarse medidas para abaratar los libros. “Un IVA de 19% sobre un libro es inaudito y refleja una no comprensión de la importancia de la lectura en la conformación de las personas como seres deliberantes, capaces de volar, imaginar, soñar, sistematizar sus ideas y su conocimiento”. Dice que la crisis de la lectura es un síntoma de la falla en uno de los pilares fundamentales de la lectura: las librerías, que en Chile son mal surtidas, pocas, y el 70 por ciento se concentra en Santiago.
El esquema neoliberal, dice, no ha favorecido a la cultura y en el caso de los libros, como su venta depende exclusivamente de la demanda y ésta, a su vez, de las campañas de marketing, muchos no logran llegar jamás a las estanterías y el público nunca se entera de su existencia. “En esto, el Estado tiene un rol fundamental: hacer disponible a la gente literatura y ensayos de buena calidad y empezar a concitar el entusiasmo por ellos. Y eso lo debe hacer a través de las bibliotecas. Por eso encuentro muy buena la campaña Chile quiere leer. Pienso que el sector público y privado tienen que funcionar en conjunto para poder rescatar a este país del espacio de incultura en que ha caído y cuyo nivel de lectura es igual al de Haití”.
Pese a todo, ve un pequeño repunte, que se da principalmente en las mujeres mayores de 40 y en estudiantes de ambos sexos de colegios y universidades. Sobre cómo formar o recuperar el hábito de leer, recomienda darse tiempo en la librería o biblioteca para conectarse con lo que produce placer y no con lo que está de moda. “Si te gusta la historia, busca libros con ese tema, si recuerdas que la poesía alguna vez te conmovió, revisa en ese campo sin prejuicios”.
SILVIA AGUILERA fundadora de la editorial Lom
Siendo la única mujer entre seis hermanos, su curiosidad por la literatura nació gracias al mayor de ellos, que le contaba cuentos de Oscar Wilde, Manuel Rojas y otros autores. Después, Silvia, profesora de historia, tres hijos, se aventuró a recorrer sola las páginas de los libros “y descubrir en ellos una multiplicidad de mundos que puedes conocer aunque no salgas de tu casa”.
Esta misma afición la llevó a crear con su marido la Editorial Lom, en 1990. “Se iniciaba la democracia y nos parecía un momento importante para hacerlo, porque ella tiene que ver mucho con los libros como formadores de espacios plurales, diversos y democráticos”. Hoy Lom tiene un catálogo de 700 títulos, de variadas temáticas.
Silvia disfruta de la lectura en la noche. “Es como viajar. Uno se apasiona, empieza a vivir una vida paralela y necesita encontrar el instante para conectarse de nuevo con esa historia que te provoca suspenso y placer. Hay libros marcadores que te hacen encontrarte con una humanidad distinta, que puede ser tierna o feroz”.
Piensa que el chileno lee poco porque perdió el hábito, “porque si lo tuviera iría a la biblioteca o compraría libros de oferta o usados. Incluso recurriría al vendedor ambulante”. Dice que en las décadas de los \’50 y parte de los ’70, nuestro país era reconocido como uno de los más cultos en América Latina. “Y nuestros libros recorrían el continente. Hoy esto pasó a ser parte de la historia”, opina. Sin embargo, reconoce, “a pesar de que ahora impera la lógica del espectáculo, en las últimas décadas se ha producido un resurgir de los libros”.
La lectura, resalta, “cultiva el alma, implica tiempo, concentración y reflexión, algo que no puede dar un computador, que, más que aumentar el conocimiento, informa. Por eso recomiendo leer, y de todo, novelas, poesías, ensayos, empezando, eso sí, por lo que más gusta para formar el hábito o recuperarlo si se perdió”.
Cree que los resultados de la campaña Chile quiere leer se apreciarán a largo plazo. “Pero necesitamos una política de Estado en relación al libro y alianzas entre los distintos actores sociales en función de fomentar la lectura, de hacer una verdadera sociedad del conocimiento”.
Sobre por qué muchos chilenos no entiende lo que leen, dice que se debe a que hemos perdido la relación con el lenguaje escrito, con la capacidad de decodificar y interpretar lo que estamos leyendo por la falta del hábito. “La lectura en cada uno de nosotros tiene un ritmo, una tonalidad aunque sea silenciosa y eso se ha perdido”. Piensa que no es buena fórmula la de los colegios que hacen leer por obligación a los niños y jamás les preguntan qué les pareció el libro. Para formar futuros lectores, dice que los padres deberían leerles cuentos sus hijos. También poesía, aunque no sea infantil, “porque los niños tienen un nivel de entendimiento distinto al de nosotros”.
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